ACORDES DEL MONTE
Árboles
de astillas doradas.
corazones
de rojo cobrizo
se
desploman cediendo paso
de
chicharras y charatas
que
combinan sus sonidos
para
plasmar un bello canto
que se
enrosca en mis oídos,
como
una sierpe seductora
que
aguarda con gran sigilo
en la
frescura de las hierbas
plenas
de humedad de rocío
que
aparezca la mansa presa
para
envolverla a su capricho.
Ebrio
de acordes del monte
Pero,
bien alerta los sentidos
recorro
la estrecha senda
del
tenso músculo cardíaco
y,
del propio suelo que piso.
El
monte me talló cauteloso
no
me concedió descuidos
por
esa razón le agradezco
la
imposición de peligros
y,
que me dotara de armas
para no ser sorprendido
por
alguna de las bestias
que
pueblan cada resquicio.
Gracias,
Chaco, por esta piel
de
hombre fuerte y curtido
donde
cada poro es un sensor
y, las alarmas, mis suspiros.
© Martínez Amílcar
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